Vivir bien o vivir mejor, es la cuestión
La verdadera discusión política de fondo –posiblemente la única- que nos ha planteado el Movimiento al Socialismo con la aprobación de la nueva Constitución es: vivir bien o vivir mejor; emulando a la famosa frase que inmortalizaría Shakespeare en su atormentado personaje Hamlet.
Y es posible que esta discusión esconda en el fondo, las diferentes concepciones sobre el objetivo de la toma del poder de la nación o del Estado. La administración del poder en la nación, busca preservar los usos y costumbres para garantizar la sobrevivencia de la identidad cultural independientemente de su localización geográfica de los que se dicen pertenecer a una nación. La administración del poder en el Estado, busca mejorar la calidad de vida de sus estantes y habitantes dentro de un territorio determinado, independientemente de sus diferentes nacionalidades.
De ahí que no es casual que los responsables de la preservación de las identidades nacionales –normalmente expresadas en sus culturas- sean proclamados líderes espirituales de estos pueblos. E ahí principal la razón por la cual Evo Morales fue nombrado líder espiritual de los pueblos indígenas americanos, porque en él, vieron la posibilidad de la protección y preservación de los diferentes usos y costumbres.
Pero el conflicto nación vs. Estado, es parte de un problema boliviano irresuelto desde el nacimiento de la República de Bolivia en el año 1825. Para resolver este conflicto, se requiere no solo un nuevo diseño institucional –que se intentó reflejar en la Nueva Constitución- sino también calzar la estructura de los diferentes órganos del poder público con su territorialidad. Un buen ejemplo de este problema resuelto es Raqaypampa, que siendo un distrito municipal indígena ha sido el único espacio territorial que ha avanzado en la autonomía indígena a través de la construcción de sus Estatutos.
Solo una vez resuelto los conflictos espaciales y de apropiación del territorio, es posible que los objetivos de la nación (preservar los usos y costumbres) y los objetivos del Estado (mejorar la calidad de vida de sus habitantes) puedan coexistir.
Pero el vivir bien o el vivir mejor, requieren también resolver otro problema subyacente que tiene que ver con la relación económica con los detentores del poder. El vivir bien parte de la lógica paternalista donde lo que prima es una relación rentista con los que detentan el poder, en cambio el vivir mejor supone una lógica de autogestión que solo espera seguridad del Estado para poder desarrollar sus actividades, sin esperar otra cosa que justicia.
Por lo tanto tiene también una dimensión política diferente. Es decir, el vivir bien asume una lógica de subordinación centralista, en cambio el vivir mejor requiere niveles de autonomía que le permitan participar en la toma de decisiones de sus autoridades y el manejo de sus recursos a partir de sus propias necesidades y potencialidades.
Nada más gráfico que la reacción de la gente; ante el gasolinazo, respecto a esta cuestión de fondo. La gente no quiere “vivir bien”, la gente quiere “vivir mejor”. Lo que actualmente tiene no es ni será nunca suficiente, porque intrínsecamente los hombres queremos siempre cosas mejores y hacer mejor las cosas. Ese siempre es y será el desafío de cualquier Estado ¿cómo puede asegurar a sus estantes y habitantes mejorar su calidad de vida? incorporando o no –parcial o totalmente- su apego a sus tradiciones y costumbres.
Para esto se requiere entender y respetar a la Bolivia diversa cultural, étnica, lingüística y territorialmente, que requiere un modelo de Estado complejo con arreglos institucionales diferenciados sectorial y territorialmente. Esa es la cuestión.
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